lunes, 29 de diciembre de 2008

v. a.

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John Lennon y Yoko Ono en Amsterdam.
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De pronto todo está más tranquilo en este pueblito sin relieve, sin importancia, es Domingo. Aquí no hay voces que llaman, nadie ha sido llamado ni nadie se reclama de ningún destino que pudiese cambiar en un átomo la faz de la tierra. Un susurro conmovedor. El llanto de un niño al alba y una ventana que se abre al mismo tiempo que canta un gallo. Si mal no recuerdo. Si Dios quisiera. Es la banalidad que baña a este pueblo en un insomnio terrible, agobiador y exasperante bajo el sol, como la indiferencia infinita de sus tardes heladas. Termino bebiendo solo, sumido en la tristeza de un patio, temblando de frío, las manos entumidas en los bolsillos. Bajo un parrón; insólito, porque la vid es un techo como un homenaje al dios Baco, que nos permite reunirnos en este lugar de celebraciones, sin embargo abandonado en un monólogo íntimo y persistente como un martilleo imbécil, como el cuchillo soez en la mano del victimario diestro y seguro que atraviesa el cuello del que no será. Así me encontraba.
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No hay razón ni para odiar ni para despreciarse, no hay lugar donde encontrarse sin acuerdo previo. De hecho nadie respeta una cita. Ni las mujeres en celo. Finalmente no. Mejor no iré. De por medio está la mejor de las iglesias o la que tu quieras, la con un nombre exótico, cuyo culto se realiza matinalmente los Domingos en un antiguo cine. Este pueblo ha sido lo mismo desde siempre. Un pasaje obligado del tren o de la micro, un lugar al borde de la ruta.
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BALANCEO ELECTRÓNICO
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El cartel contrastaba con lo que anunciaba, con lo que quería decir, como si fuese antipropaganda, por su factura y lo descuidado de la tipografía. Del interior obscuro surgió un obrero cubierto de grasa, su cabeza sostenía un gorro otrora blanco y ahora gris oscuro, todo estaba manchado, tanto su cara como sus manos. Se dirigió con paso seguro al local colindante donde se servían bebidas y se sentó en una de las escasas mesas que rodeaban la entrada. Dos individuos se bajaron de un vehículo negro con un techo rojo y al que le faltaba el capó, súbitamente comenzaron a hurguetear en las entrañas del motor, no hubo necesidad de abrir nada, el automóbil parecía entregarse a tal violación con cierto abandono y resignación.
- ¿Mecaniceando el par de giles?
Preguntó el hombre embadurnado saboreando una cerveza.
- ¡Estamo(s) ahí dijo el pascuence! Respondió el que parecía ser el de más experiencia de ambos recién llegados.
- Ya tenemos el balanceo electrónico por si se les ofrece. Replicó el embadurnado indicando ufano la pizarra negra y gastada.
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- ¡No sé porqué te preocupas tanto de sicologías ajenas, ahí no hay nada que hacer...!
- ¡Muchas gracias, muy amable señora de vuestra parte! Interrumpió su compañero de mesa al ser servido su pedido. Luego inquirió en torno suyo, no sin severidad, encarando a los otros clientes.
- Esa amabilidad exagerada. Te pueden estar insultando y tu das las gracias.
- Como debe de ser. Como debe de ser. Repitió González con un tono somnoliento y pausado.
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La casa parecía clara desde fuera, una vez adentro todo era sombra y fotos en las paredes de todos los tamaños; personajes extraños asomados desde otra época, que sacaban la cabeza por una ventanilla de algún vehículo obscuro y difuso en mi propia memoria. Habían máscaras africanas entre los retratos, como para acentuar lo fantasmagórico de ese interior. Mobiliario antiguo y accesorios de decoración. Lámparas sin uso con pantallas desteñidas y un polvo muy tierno en las superficies. En contraste con el exterior solar e inundado de fragancias frescas que venían de los árboles frutales que rodeaban el porche, se podía adivinar que disimulaban un patio contiguo, algún jardín con ropa tendida.
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- "Quizás yo esté llorando al recordarte..." Del viejo transistor escapaba la voz de Nat "King" Cole como un mugido. "Ansiedad de tenerte en mis brazos, musitando..."
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- ¡Los 5 Latinos Eduardito! ¡Eso era música! Y luego vinieron Los Beatles que para mí son pura bulla. ¡Y ese John Lennon no hacía otra cosa que mostrarle el culo a los fans! Felizmente hemos vuelto ahora a otra cosa más melódica, más sublime.
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De esta forma quedaba definitivamente resuelta, para la dueña de casa, la controversia entre melodía y ritmo, despachando en pocas frases el problema de si Mozart o Bach... Diacronía o sincronía. Abolir la temporalidad mediante la polifonía modesta y muy trabajada. Simultaneidad.
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Un gato blanco irrumpió en un salto feroz, audaz, desde una ventana abierta, para posarse en el centro del salón.
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Los largos paseos de E* lo conducían a los más diversos lugares de la pequeña ciudad al borde del lago. ¿Era el deseo de bañarse en un mar humano? Su propio caminar guardaba el secreto del destino de sus pasos, su propio deambular era el testimonio de su necesidad consciente o inconsciente. Ninguna consecuencia a esa necesidad. Su tristeza era ambigua, solitaria, se enfrentaba diariamente a nuevas caras. Las buscaba. Se abandonaba al vértigo experimentado dentro del flujo de los transeúntes. Se sentía parte de una substancia maleable y sin consistencia propia como un guante de caucho.
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domingo, 28 de diciembre de 2008

la revolución surrealista

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Portada de la revista "La Revolución surrealista", 1929.
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Exposición internacional del Surrealismo, París 1938.
En primer plano: "Jamais", objeto de Domínguez.
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Marcel Duchamp durante una exposición de sus obras en el Museo de Arte de Pasadena, Los Angeles, 1963.
Fotografía de Julian Waser.
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La puberté proche ou les pléiades. Collage, fragmentos de fotografías retocadas, gouache y óleo sobre papel, montado sobre cartón, 24,5 x 16,5 cm. 1921.
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Para el Surrealismo no hay fronteras entre las diversas manifestaciones artísticas. La poesía es un todo y la vida no es concebida separada de la poesía, históricamente el movimiento surrealista surge como un elemento transformador y revolucionario con implicaciones políticas, morales y de diverso orden, haciendo suyas las dos frases: "Transformar el mundo" (Marx) y "Cambiar la vida" (Rimbaud). Hay la firme voluntad de liberar al hombre, es la libertad interior que dicta la conducta artística por una fraternidad entre seres libres y que suprime las cadenas de lo cotidiano. El sueño es la dimensión que se resiste a la sistematización social y al utilitarismo. La revelación de un nuevo mundo, el asombro, son el pan cotidiano del surrealista, no habiendo contradicción entre sueño y realidad, de tal forma la poesía recobra todos sus poderes. El surrealismo se quiere en el mundo en una negación del "arte por el arte".
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En cuanto a la plástica en general y a la pintura en particular, para los surrealistas existe el todo visual, es materia de arte todo lo que entra por los ojos, de tal forma, el espacio donde está inscrita la obra de arte también participa de ella. La pintura de caballete constituye un espacio retrógrado. La mano muchas veces no es la que opera el gesto artístico; diversos procedimientos de orden estrictamente mecánico hacen su aparición, como la decalcomanía y el frottage. El campo de acción de un artista plástico es mucho más vasto, las posibilidades de combinación de diversos medios de expresión mayor.
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de chirico

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Al contemplar un cuadro de De Chirico súbitamente nos sentimos lejos del mundo y al mismo tiempo en el mundo. Hay un realismo irreal que provoca en el espectador un malestar. Hay una dimensión sicológica que se traduce en una construcción insólita. En una misma imagen conviven varios puntos de fuga (Misterio y melancolía de una calle, óleo sobre tela, 87 x 71,5 cm. 1914). El artista es tributario de un mundo interior, su creación es metafórica, articulada como un sueño, en una misma tela conviven la evocación de una experiencia vivida junto a otra experiencia vivida. Escenarios vacíos donde todo es absurdo, enigmas, símbolos que nos llenan de inquietud. El espectador será autor.
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lunes, 22 de septiembre de 2008

sábado, 13 de septiembre de 2008

j. m. w. turner

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Lluvia, vapor y velocidad - El Ferrocarril "Great Western". Oleo, 91 X 122 cm., hacia 1840 Tate Gallery, Londres.
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Estructura de Color. Acuarela, 22,5 X 28,6 cm., 1819 Tate Gallery, Londres.
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Personajes en la Tempestad. Acuarela, 35,5 X 50,9 cm., hacia 1830 British Museum, Londres.
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El Incendio del Parlamento. Oleo, 92 X 123 cm., 1834 Philadelphia Museum of Art.
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"Comienzo de Color": Amanecer sobre las aguas. Acuarela, 19 1/2 X 13 3/4 pulgadas, posterior a 1825 British Museum, CCLXII 42, Londres.
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Lo que representa la obra de Joseph Mallord William Turner es algo único en la historia de la pintura: la realización de dos medios de expresión sucesivos, completamente opuestos el uno al otro, implicando una transformación radical de la sensibilidad de percepción, el primero fundado en la propagación de un pasado estético, el segundo dando el ejemplo de una visión de la cual el avenir debería mostrar la fuerza revolucionaria.
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Que tal paso entre dos mundos de la creación artística, que marca la ruptura entre la época clásica y los tiempos modernos, haya sido realizado en la primera mitad del siglo XIX, no es el aspecto menos notable de este fenómeno. Es al mismo tiempo un hecho sorprendente si consideramos que no constituye en un sentido estricto una evolución lógica en la obra de Turner: su primera manera de pintar no puede en absoluto ser considerada el primer estado experimental e incierto de su futuro desarrollo.
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En las diferentes épocas que pueden revelar una nueva orientación en el trabajo de un pintor, notamos el logro de una mayor madurez en la técnica del dibujo o en el empleo de los colores, o aun, como en el caso de Van Gogh y Bonnard, un descubrimiento de la luz que se manifiesta por un cambio de paleta. Pero en un caso como en el otro, reconocemos el mismo ojo y la misma mano. La manera, muy sombría, como Van Gogh pintaba en sus comienzos, en Holanda, no era en ningún caso académica o clásica, sus brochazos, anchos y en movimiento, ya traducían un estado de espíritu tormentoso. Y en su paso del fauvismo a la abstracción pura, Kandinsky conservaba, al mismo tiempo que sus mismos colores, una expresión lírica similar; a pesar de una modificación de tal importancia, sus dos maneras no podrían dar cabida a afirmar que pertenecen a dos pintores diferentes. No es lo mismo en cuanto a Turner.
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Otro hecho curioso en esta revolución pictórica que abre un capítulo nuevo en la historia del arte, es que esta revolución se haya efectuado en Inglaterra. Sabemos que las tradiciones persistentes nunca han privado a los Ingleses de carácteres audaces. Pero, en pintura, antes de Turner y mucho después, no encontramos en su país ninguno de esos movimientos que, en Francia, en Alemania, en Escandinavia y en Rusia prejdanovista, han transformado las concepciones de la creación artística. No hay ningún nombre inglés de importancia en el Impresionismo, el Expresionismo, el Fauvismo, el Cubismo. (Sisley era de nacionalidad británica, pero nacido en París, había pasado casi toda su vida en Francia). El único movimiento notable, que aparece en Inglaterra en el siglo XIX, ha sido el Prerafaelismo, es decir una tentativa de retorno a la estética de un lejano pasado.
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Esta singularidad no es sin embargo del todo inexplicable. Para comprenderla, hay que primeramente observar que la historia de la pintura inglesa se diferencia sensiblemente de la historia de la pintura francesa. Los pintores franceses han sido paisajistas tardíamente. Esto sorprende, y podemos, en este aspecto, notar la escasa incidencia que la literatura y la filosofía han tenido sobre la pintura. En la época en que Jean-Jacques Rousseau había ya escrito su último libro, les Rêveries du promeneur solitaire, en el cual da vuelta la espalda a los hombres para contemplar la naturaleza ("Apenas me veo bajo los árboles en medio del verdor, creo verme en el paraíso terrestre, y experimento un placer interno tan vivo como si yo fuese el más feliz de los mortales"), en esa época, en 1776 -Turner tenía un año-, no era un "retorno a la naturaleza" lo que preocupaba a los pintores, sino un retorno a lo antiguo: en los talleres, se disfrazaban a los modelos en Griegos y en Romanos para hacerlos interpretar escenas históricas en medio de un decorado donde las arquitecturas, en su docta reconstitución, contaban muchísimo más que los árboles, las flores y los arroyos.
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Sin embargo, un cierto realismo en el paisaje, no carente de convenciones, ya había sido practicado por los pintores holandeses desde el siglo XVII. Y, en el siglo siguiente, los "vedutistas" italianos se habían impuesto como tarea la representación minuciosa de las ciudades -lo que no les hubo valido una consagración oficial: Canaletto, de avanzada edad, había sufrido, en 1763, el rechazo de su ingreso a la Academia. Pero era muy apreciado en Londres donde el cónsul Smith lo había hecho venir y donde vivirá durante muchos años. No es sin interés saber que Paul Sandby poseía una colección de sus dibujos.
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Ya que, Paul Sandby (1725-1809) representa en Inglaterra el comienzo del paisajismo. Lo que no quiere decir que el nuevo gusto de los pintores ingleses por el paisaje venga directamente de Italia. De verdad, los orígenes de este gusto pasan por Suiza y, un poco más tarde, serán los lugares montañosos de la cadena de los Alpes que aportarán a los paisajistas su carácter romántico. El mismo Sandby no abandonará nunca Inglaterra, donde fue el primero en utilizar la acuarela como completo medio de expresión, y el primero en practicar la técnica de la acuatinta. Pero es con John Robert Cozens (1752-1809) que el paisaje toma su gran despegue en una unión coherente entre la observación realista y la imaginación romántica. Conocía Suiza e Italia, y pudo bien haber sido el camarada de Turner si no hubiese muerto a los cuarenta y cinco años después de haber perdido la razón. Otro nombre importante entre los paisajistas ingleses de fines del siglo XVIII es el de Thomas Girtin (1775-1802), gran acuarelista también, y cuya personalidad aparece en cierta libertad dada al color. En el pasado, la acuarela había sido considerada siempre por los artistas como una manera de colorear dibujos (tinted drawings, como los llamaban los Ingleses) más que una técnica de pintura. Veremos que esta especie de autonomía del color -apenas percibida por Girtin- será más tarde la innovación fundamental de Turner.
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Turner - Jean Selz.
(versión a partir del texto original en francés)
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martes, 9 de septiembre de 2008

juan luis martínez

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3 MEDITACIONES SOBRE RENE MAGRITTE
a M. Foucault
(mis propiedades)
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lunes, 8 de septiembre de 2008

domingo, 7 de septiembre de 2008

la alienación o el fetichismo de la mercancía (3)

Marx lo afirma, la alienación es " la verdadera fuente y el secreto de la filosofía de Hegel", que subyace en su gran obra la "Fenomenología del Espíritu" (1807). Originalmente, la alienación es un concepto económico y jurídico. Término semánticamente múltiple, conlleva una dificultad de traducción.
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En castellano, designamos por "alienación" dos referentes que siempre son diferentes en la lengua alemana: fremd, Entfremdung, extranjero; y auser, Veräuserung, Entäusserung, exterior. La alienación es sinónimo de renuncia en favor de todos de la soberanía de cada hombre en una problemática de contrato social. Contiene la idea de divorcio. En Hegel el divorcio es lo previo a la exteriorización y en consecuencia a la objetividad. A través del estudio de Lukács titulado "El Joven Hegel" (1938), primera investigación del tipo "sobre las relaciones de la dialéctica y de la economía", sabemos que es a través de los economistas ingleses y del "Contrato Social" de Rousseau que Hegel a podido elevarla al rango de un concepto filosófico. En efecto, la alienación sustituye en él la positividad, concepto mediante el cual él denominaba lo que se oponía, en una objetividad muerta, a la subjetividad del hombre o la práctica humana. La alienación es aquí una actividad propia de "la Idea absoluta" poniendo a la naturaleza que le es extranjera como simple momento de su devenir. No es más que una etapa de retorno a sí mismo del espíritu, que es la identidad del sujeto del objeto. La alienación implica entonces su abolición, y su continuación con el fin de identificarse en Hegel en la objetividad.
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Lukács diseca en Hegel tres niveles de alienación: el primer nivel es la relación del sujeto derivada de toda actividad, particularmente el trabajo, a toda actividad economico-social del hombre; el segundo nivel presenta la alienación como "forma especificamente capitalista, de lo que Marx denominará más tarde fetichismo". La dialéctica hegeliana permite comprenderla como elemento inevitable y necesario de la evolución humana (de la actividad, de la alienación). En fin, el tercer nivel es la alienación que arrastra necesariamente, por idealismo, toda objetivación. Es su superación que consiste en la "transformación de la substancia en sujeto" que es el asumir (Aufhebung) de la alienación, a saber la objetividad tal cual es. Para Hegel, toda objetivación era alienación. Toda manifestación del hombre era, en la medida que era exteriorisación de su personalidad, creadora de objetos extranjeros. Lukács no acepta de Hegel este último nivel de conceptualización. La "Fenomenología del espíritu" describe precisamente el retorno a sí mismo del sujeto-objeto, relación "ligada a todo trabajo, a toda actividad económica y social del hombre", precisa Lukács, lo que justamente llegará a ser, para Marx, el motivo de su superación crítica.
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La alienación según Feuerbach y Marx
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Feuerbach estudia la dominación de la alienación bajo su arcano religioso. El demuestra que Dios es poder transcendente y mistificación dominando al hombre bajo el imperio de su imaginación. El hombre aliena sus cualidades en el ser supremo al cual se somete de facto en tanto que extranjero. La alienación se situaba en el hombre, de ninguna manera en el espíritu absoluto hegeliano, ya que es un ser natural inervándose en el mundo objetivo. A pesar de este vuelco materialista de la filosofía, la concepción de la alienación en Feuerbach no iguala la de Hegel. Continuaba a presentarla en función de un pensar especulativo abstracto. En Hegel, la alienación daba al menos cuenta de la historia como espíritu alienado del tiempo, nota Marx, a partir de la observación de la práctica efectiva humana conteniendo todos los elementos de una crítica posible "de dominios completos como la religión, el Estado, la vida civil" ("Manuscritos de 1844"). El movimiento de la historia se pierde con Feuerbach. La demostración de Marx se situará en la VIa "Tesis sobre Feuerbach" (1845): "La esencia del hombre no es una abstracción inherente al individuo aislado. En su realidad ella es el conjunto de las relaciones sociales" .
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Para Marx, el origen de la alienación está en en el seno del hombre, pero, matiz crucial, encontrará la explicación en la interpretación de la praxis humana. Basándose en el hecho de que el hombre no puede manifestarse de otra manera que objetivamente. Como administra su vida en sociedad, son los objetos creados por él que vehiculan sus relaciones con la alteridad. Estas relaciones sociales se repercuten al mismo tiempo en su actividad, trama también puesta a luz en el "Manifiesto", cuando Marx mostrará la sucesión de régimenes sociales. El concepto de fetichismo funciona como crítica socialista de la economía política. Marx discierne la fuente de la alienación en la actividad productiva. Grado de evolución necesario del desarrollo de la humanidad, la alienación divide al hombre consigo mismo. Se aliena de la naturaleza, substancia de su trabajo, y despues de su alter ego al que no percibe más como el representante del género, sino como el individuo, el antagonista. Así, el hombre se aliena a sí mismo y llega a negar su vida humana para no asegurar otra cosa que su vida física. Sus creaciones más elevadas (el Estado, la religión) llegan a ser potencias dominadoras que lo alienan de su condición. El estado de la alienación, de la oposición del sujeto y del objeto, es sólo un período de transición. Es la prehistoria del hombre y contiene las condiciones de una posible plenitud del hombre verdadero, época que surge al suprimirse durante la etapa de la abolición de la propiedad privada.
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Expresión de la transformación de la manifestación objetiva del hombre en manifestación alienada, la alienación a podido desarrollar toda la riqueza de su naturaleza y a permitido formarla, pero a llegado ella misma a la expresión la más abstracta que sea: el dinero, símbolo del despojo del hombre, de su plena negación. Marx no habría podido superar la posición de Feuerbach si no se hubiese elevado por sobre las posiciones del proletariado, asimilando la economía política de la sociedad burguesa, y mediante el análisis del valor trabajo. ¿Qué hay de las etapas de la Historia, del capitalismo que precede al socialismo en el proceso histórico marxiano? El motor de la Historia está constituído por la práctica social, "la producción y la reproducción de la vida real". Práctica y contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción establecen la evolución histórica. Son las tesis del "Capital" de Marx.
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La reificación de la mercancía
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En la sociedad capitalista realizada, la actividad económica se mantiene como el núcleo esencial de la sociedad. Su conjunto es acarreado en la marcha en progreso de la mercancía. Para definir el capitalismo, Marx pone de relieve la sociedad mercantil y salarial en la cual los propietarios de las unidades económicas, los capitalistas, reclutan a los productores, y donde los propietarios ordenan el proceso de producción. La especificidad del modo de producción capitalista consiste en que este no es más que un modo de producción entre otros; no es simplemente el último de los modos de producción antes de la sociedad sin clases. En ciertos aspectos, se opone a todos los modos de producción precapitalistas. ¿Cuál es su especificidad? No es la existencia de la lucha de clases, la cual según Marx precisa, existía en todo los tipos de sociedad. No es tampoco la existencia del intercambio de mercancías. Es la opacidad de las realciones de producción como consecuencia de la generalización del intercambio mercantil a todo el universo social, a todas las categorías de bienes, especialmente la fuerza de trabajo que llega a ser una mercancía cualquiera.
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En las sociedades precapitalistas o no capitalistas, se produce en el marco de relaciones de dependencia interpersonales. En un sistema capitalista, se produce para un mercado indeterminado, sin la seguridad de dar salida a su producción. La ausencia de orden preexistente manifiesta el extremo desorden de las actividades del cual el mercado organiza la regulación a posteriori; el ciclo del capital introduce un proceso de compras y ventas incluyendo posibilidades de crisis graves y prolongadas. Desorden y mistificación, relaciones sociales ignoradas mientras que son disfrazadas, tal un primus inter pares, las relaciones e intercambios entre mercancías. Es la definición marxiana del "fetichismo de la mercancía".
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El precio que sanciona el intercambio de mercancías no es más una expresión que se destaca de la relación social entre dos individuos, sino una característica de la cosa tan natural como sus propiedades físicas. Así el beneficio aparece como la remuneración del capital, la renta como remuneración de la tierra. Las relaciones sociales históricamente situadas desaparecen de la consciencia de los hombres que perciben exclusivamente relaciones naturalizadas entre cosas. Pero la mistificación esencial ocupa la instancia de opacidad de las relaciones de dependencia personal. El capitalismo se caracteriza por la existencia de una libertad formal del proletario que posee exclusivamente su fuerza de trabajo, viviendo en la obligación de venderla en el mercado como una mercancía. Diferente es la situación que dominaba en los modos de producción precapitalistas (esclavitud, feudalismo) donde la extorsión del excedente de trabajo, el fenómeno de la explotación y la lucha de clases eran evidentes. En la sociedad capitalista, la violencia está camuflada, salvo durante las fases de lucha. El juego del mercado, la generalización de las relaciones mercantiles con la fuerza del trabajo ocultan la realidad de las relaciones de explotación. Los productores son dominados por la clase burguesa. Ella realiza el "devenir-para-sí" de la economía, de tal forma que ocupa la totalidad de las estructuras de la sociedad.
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Siendo la economía la acción colectiva de los hombres en lo que concierne a la organización material de su vida, la burguesía busca dirigir ella misma este proceso de auge histórico. Parece ser que el fundamento deviene la práctica de los hombres que crean las formas sociales que organizan la producción y la reproducción de su vida material. El momento de atribuir a la sociedad el proceso histórico en el que el hombre es a la vez el sujeto y el objeto, el sujeto en la práctica colectiva que da a luz formas, y el objeto en estas formas exactamente donde se cristaliza y se objetiviza su praxis. Antes de este momento, el hombre vivía el mundo dirigido por poderes exteriores que deseaban modelar su destino. Sin embargo, puede entrever que sólo su iniciativa política establece la fermentación de la Historia. Y bien, el momento tarda : la burguesía aniquila la representación de la sociedad y recurre a la ocultación del fundamento económico. Ella lo acepta lúcidamente pero sin atreverse a causar voluntariamente su propio naufragio, insiste Lukács ("Historia y consciencia de clase",1923): "El verdadero límite de la producción capitalista, es el capital,dice Marx. Este conocimiento significaría, a decir verdad, si se volviera consciente, que la clase capitalista se suprimiría sí misma". De ninguna manera es por el momento el caso.
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La sociedad capitalista cumple su función en un mundo económico con leyes independientes de los individuos incapaces de controlarlas, función valida para toda clase. El obrero está dominado por las leyes del mercado, las cuales lo proyectan como elemento de la relación mercantil del capitalismo, ya que ellas consienten o no de que venda su fuerza de trabajo. En cuanto al empresario, este está en una situación similar: él también está dominado por la economía pareciéndole esta una cosa exterior, sometido idénticamente a las leyes de la concurrencia. La sociedad mercantil manifiesta la penetración de la economía en todas las esferas del universo social: es una dominación, un mundo de leyes normativas e independientes de los hombres que se contentan fatalmente procurándose trabajo como trabajador, o ganando un mercado como empresario, de la misma forma que aceptamos con resignación un fenómeno natural (catástrofe, sismo...). No se trata de un bloqueo subjetivo, sino de una limitación en la extensión del fundamento económico, la que conduce objetivamente a una restricción de la consciencia adjudicada (para Lukács, ella determina el marco máximo de la posesión de consciencia de los individuos), a saber el punto culminante de la consciencia que un burgués puede tomar de la totalidad. El capitalismo se vuelve un mundo individualista, atomizado, a partir de lo cual los hombres soportan la economía en "el abandono a las fuerzas productivas, en la sociedad burguesa", como un movimiento de las cosas a las cuales se someten en lugar de controlarlas.
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Es esto la reificación en Lukács. El mundo social es vivido como un organismo autónomo, extranjero a toda finalidad individual, a toda significación universal. En breve, es la reificación al estado puro: el individuo es vencido por la banalidad capitalista y no concibe nada más allá de su universo social. Y con razón, no dirige ninguna de las orientaciones ni experimenta la reificación, ya que ignora su condición de participante del principio de la práctica colectiva. En el mundo burgués, sólo existen individuos involucrados en un universo autónomo, sin conocer ninguna de las verdaderas relaciones intersubjetivas, llevando al individuo a una postura contemplativa y fatalista debido a que se ha cosificado, se ha vuelto cosa en el mundo de producción capitalista.
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El status histórico del proletariado
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¿Los hombres están conscientes del papel que les toca desempeñar en la Historia? ¿O al contrario proyectan su rol motor en las mitologías capitalistas, hasta el momento en que aparezca este error fundamental? Mientras que la historia transcurre independientemente de ellos, no se encuentran para nada en cada parcela de su trabajo. La consciencia surge durante el curso de la existencia de los individuos, y estos la logran experimentando la situación concreta. El proletariado es eficaz, es la "consciencia de sí de la mercancía" y organiza su libertad a través de la resolución del dualismo consubtansial del capitalismo. La reificación actúa a la manera de una palanca, es su papel fundamental. Interviene en la situación privilegiada del proletariado, ya que este transporta la esperanza del devenir histórico socialista, que es la reconciliación de los hombres entre ellos y con las cosas. Efectivamente, el mundo reificado surge en la plenitud de sus efectos en el obrero a través de la mercancía. En el capitalismo, la mercancía constituye el punto central del mundo de las cosas que es el mundo reificado. La realidad factual de la sociedad burguesa se contenta con gravitar alrededor de la mistificación de la mercancía. La preeminencia del proletariado sobre la burguesía reside en su facultad de considerar la sociedad a partir de su centro en un todo coherente y, a continuación, actuar de una manera central modificando la realidad por medio de su consciencia de clase, donde teoría y praxis coinciden. La condición primordial de esta revolución es que el proletariado capture el mundo de la vida real, comprenda la sociedad mercantil y su rol de pieza variable del sistema de producción. Esta preponderancia lukácsiana insiste en la consciencia de clase del proletariado como "última consciencia de clase en la historia de la humanidad". Vuelto sui generis una mercancía, él dispone de recursos para superar y vencer la reificación. El proletario puede captar el mecanismo de su práctica productiva, disimulada por la pretensión del capital, expoliador del resultado de su trabajo, de ser un "gran poder".
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El punto de partida de la reificación descansa en el hecho de que el origen humano, productor, proletario de la riqueza social, está velado por la naturaleza reificada inmanente a la idea de capital considerado como "poder social". No obstante, el proletario tiene una ventaja sobre la burguesía al situarse en la vecindad más próxima de la práctica económica colectiva siendo al mismo tiempo la mercancía intercambiable, la cosa de esta práctica. Está tan sometido a este proceso de división social del trabajo, despojado de él mismo, que el despliegue reificante acaece en él. Se le asigna en la organización científica del trabajo la equivalencia de un autómata. Objetivamente, se supone que puede dar respuesta a esta condición debido a su alto nivel de consciencia. En otros términos, está dotado de una consciencia atribuída buscando alcanzar la totalidad, la praxis colectiva generadora de formas sociales nuevas. Este desvelar no es en ningún caso contemplativo, sino activo: la práctica según la cual los proletarios se liberarán de la opresión será aquella de los productores que se han vuelto conscientes del sentido de su papel histórico. Los proletarios libres abrazarán la Historia con "la apropiación colectiva de los medios de producción". Una vez hecho, a la simple contradicción, al producto de las leyes automáticas de la evolución capitalista debe agregarse un nuevo substrato: ¡La consciencia del proletario se vuelve acción! La contradicción simple se eleva así a la contradicción conscientemente dialéctica, la toma de consciencia llegando a ser el "punto práctico de transición"; la esencia específica de la dialéctica de luchas se revela concretamente, pues la consciencia no es aquella enfrentada a un objeto que se le opone, "sino la consciencia de sí del objeto, el acto de toma de consciencia, trastorna la forma de objetividad de su objeto", subraya Lukács.
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Desembarazado de la "perdida de sí" de libertad creativa de formas culturales y sociales, el proletariado puede organizarse, unirse en pos de una misión política transformadora concluyendo el advenimiento de una sociedad reconciliada a través de la sociedad sin clases que constituiría la abolición positiva de la propiedad privada: "El comunismo instala lo positivo como negación de la negación, es entonces el momento real de la emancipación y del asumir de sí del hombre, el momento necesario para el desarrollo a venir de la historia" ("Manuscrito de 1844").
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Olivier Pascault
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Artículo publicado en el número especial de "Le Nouvel Observateur", La pensée de Marx.
Octubre/Noviembre 2003.
(versión a partir del texto original en francés)
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viernes, 5 de septiembre de 2008

marx y el fetichismo de la mercancía (2)


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Para Marx, en la sociedad capitalista, los productores no se reconocen en el mundo por ellos creado, su auto-realización deja de constituir un fin en sí, terminando por ser instrumentalizados:
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(***) "Esto vale decir que el producto del trabajo viene a oponerse al trabajo como un ser extranjero, como una potencia independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que ha quedado fijo, materializado en un objeto, es la transformación del trabajo en objeto [Vergegenständlichung], materialización del trabajo. En las condiciones de la economía política, esta realización del trabajo aparece como el extravío del obrero, la materialización como pérdida y servidumbre materiales, la apropiación como alienación, como despojo. [...]
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Al separar al hombre 1° de la naturaleza, 2° de su propio "yo", de su propia función activa, de su actividad vital, el trabajo alienado convierte a la especie humana en extranjera al hombre: impone al hombre la vida en la especie como un substituto a su vida individual". (***)
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(***)
Karl Marx - Economía y filosofía (Manuscritos parisinos) (1844), Obras, t, II, Economía II, páginas 58 y 63.
(versión a partir de una traducción francesa de J. Malaquais y C.Orsini)
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sábado, 23 de agosto de 2008

marx y el fetichismo de la mercancía (1)

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"... Ya que la economía política gusta de las Robinsonadas, primero visitemos a Robinson en su isla.
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Modesto, como lo es naturalmente, no por ello no tiene diversas necesidades que satisfacer, y le es menester de ejecutar trabajos útiles de diverso género, fabricar muebles, por ejemplo, hacer útiles, domesticar animales, pescar, cazar, etc. De sus plegarias, y otras bagatelas similares no tenemos nada que decir, ya que nuestro Robinson se encuentra a gusto y considera una actividad de esta especie una distracción fortificante. A pesar de la variedad de sus funciones productivas, él sabe que no son otra cosa que las diversas formas mediante las cuales se afirma el propio Robinson, dicho simplemente los diversos modos de trabajo humano. La necesidad misma lo obliga a repartir su tiempo entre sus diferentes ocupaciones. Que una tome más, la otra menos lugar en el conjunto de sus trabajos, ello depende de la mayor o menor dificultad que él encuentra en la obtención del efecto útil que tiene en vista. La experiencia se lo enseña, y nuestro hombre, que ha salvado del naufragio, reloj, gran libro, pluma y tinta, no ha tardado en buen inglés que es, de anotar todos sus actos cotidianos. Su inventario da el detalle de los objetos de utilidad que posee, de los diferentes modos de trabajo que su producción exige, y finalmente cuanto tiempo de trabajo cuestan en promedio determinadas cantidades de estos diversos productos. Todas las relaciones entre Robinson y las cosas, que constituyen la riqueza que se ha creado él mismo, son tan simples y transparentes que el Sr. Baudrillart podría comprenderlas sin un excesivo esfuerzo espiritual. Y sin embargo todas las determinaciones esenciales del valor están ahí contenidas.
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Transportemosnos ahora desde la isla luminosa de Robinson a la sombría edad media europea. En lugar del hombre independiente aquí encontramos a todo el mundo dependiente, siervos y señores, vasallos y soberanos, laicos y clérigos. Esta dependencia personal caracteriza tanto las relaciones sociales de la producción material como todas las otras esferas de la vida a las cuales sirve de fundamento. Y es precisamente porque la sociedad está basada sobre la dependencia personal que todas las relaciones sociales aparecen como relaciones entre personas. Los diversos trabajos y sus productos no tienen en consecuencia necesidad de adquirir una figura fantástica diferente de su realidad. Estos se presentan como servicios, prestaciones y entregas en especies. La forma natural del trabajo, su particularidad - y no su generalidad, su carácter abstracto, como en la producción mercantil - es al mismo tiempo la forma social. La fastidiosa tarea está medida de la misma manera en el tiempo que el trabajo que produce mercancías; pero todo aquel que realiza la fastidiosa tarea sabe pertinentemente, sin necesidad de recurrir a un Adam Smith, que es una cantidad determinada de su fuerza de trabajo personal que él consagra al servicio de su señor. El diezmo que entrega al sacerdote es más claro que la bendición del sacerdote. De la manera que sea que juzgemos las máscaras que llevan los hombres en esta sociedad, las relaciones sociales de las personas en sus respectivos trabajos se afirman claramente como sus propios aportes personales, en lugar de disfrazarse en relaciones sociales de cosas, de productos de trabajo."
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Karl Marx - IV.- El caracter fetichista de la mercancía y su secreto. El Capital, primera sección/Capítulo 1°, Libro 1.
(versión a partir de una traducción francesa de J.Roy)
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Foto de Stan Meyer para "Le Nouvel Observateur".
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jueves, 21 de agosto de 2008

nietzsche y el nihilismo


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El término "nihilismo" designa para Nietzsche la esencia de la crisis mortal que sufre el mundo moderno: la devaluación universal de los valores, que sume a la humanidad en la angustia del absurdo al imponerle la certidumbre desesperante de que nada tiene sentido.
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El nihilismo es consecuencia de la generalización de un fenómeno morboso, la decadencia. Mientras se mantenga en ciertos estratos sociales y se limite a ciertas regiones del globo, la decadencia no pone en peligro la civilización humana; pero se transforma en una amenaza inquietante, cuando invade - como hoy en día según Nietzsche - el conjunto de las clases, las instituciones y los pueblos, para confundirse finalmente con la idea misma de humanidad (Vol. Puis. II 129-130)). Al hablar de "decadencia", Nietzsche intenta, en cierta manera, de detectar y de agrupar las condiciones existenciales que, a sus ojos, han preparado la irrupción del nihilismo.
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La decadencia se caracteriza en primer lugar por un desarreglo de los instintos. Para tratar de restablecer un equilibrio, el decadente recurre a la razón, que erige en déspota y que encubre con el imperativo moral y la fe sectaria en la lógica. Tal medicina no impide que el decadente permanezca un ser fundamentalmente "reactivo". Ya que la decadencia provoca la disgregación de formas, la pérdida de la capacidad de asimilación y de síntesis, la debilitación del querer, el desencadenamiento caótico de las pasiones: en vez de actuar, el decadente rumia sempiternamente los recuerdos dolorosos y, víctima de su irritabilidad excesiva, busca la ebriedad del olvido en excitantes artificiales; es el hombre cuyas motivaciones son consecuencia de la voluntad de venganza. Pues "aquel que sufre prescribe contra su sufrimiento la miel de la venganza" (Crépuscule 161). La noción de justicia queda así pervertida por el resentimiento de los decadentes: "Cuando dicen: "Soy justo", creemos siempre escuchar: "Me he vengado" "(Zarathoustra 203).
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Pero cómo los débiles lograron contaminar a los más fuertes, a tal punto de que la decadencia llegó a ser la enfermedad de la totalidad de la civilización humana? Varios medios fueron empleados, de los cuales el más eficaz fue el control de la educación; mediante esta artimaña, la decadencia llega a ser en definitiva la escuela de la enfermedad. Esta pedagogía de la decadencia, que se disimula bajo el estandarte de un "mejoramiento" moral del hombre, se aboca en realidad a su domesticación; dicho de otro modo, a la transformación de las naturalezas enérgicas y apasionadas en un rebaño de bestias laboriosas, dóciles y mediocres. Es la casta sacerdotal que se ha encargado de dicha domesticación sistemática. Ya que "el hombre se ha vuelto inofensivo, débil consigo mismo y con los demás, hundido en la humildad y la modestia, consciente de su debilidad, el "pecador" - he ahí el tipo deseado, aquel que también se puede producir gracias a cierta cirugía del alma" (Vol. Puis. I 187).
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Jean Granier - Nietzsche.
(versión a partir del texto original en francés)
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Bibliografía
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La Volonté de puissance, trad. Geneviève Bianquis, (Vol. Puis.).
Le Crépuscule des idoles, trad Henri Albert, (Crépuscule).
Ainsi parlait Zarathoustra, trad. Geneviève Bianquis, (Zarathoustra).
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martes, 19 de agosto de 2008

stéphane mallarmé




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RENOUVEAU
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Le printemps maladif a chassé tristement
L'hiver, saison de l'art serein, l'hiver lucide.
Et dans mon être à qui le sang morne préside
L'impuissance s'étire en un long bâillement.
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Des crépuscules blancs tiédissent sous mon crâne
Qu'un cercle de fer serre ainsi qu'un vieux tombeau,
Et, triste, j'erre après mon rêve vague et beau,
Par les champs où la sève inmense se pavane
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Puis je tombe énervé de parfums d'arbres, las,
Et creusant de ma face une fosse à mon rêve,
Mordant la terre chaude où poussent les lilas,
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J'attends, en m'abîment que mon ennui s'élève...
- Cependant l'Azur rit sur la haie et l'éveil
De tant d'oiseaux en fleur gazouillant au soleil.
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RETORNO
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La primavera enfermiza a expulsado tristemente / Al invierno, estación del arte sereno, el invierno lúcido. / Y en mi ser que la sangre sombría preside / La impotencia se estira en un largo bostezo.
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Crepúsculos blancos se entibian bajo mi cráneo / Que un aro de hierro aprieta como una vieja tumba, / Y, triste, erro tras un sueño vago y bello, / Por el campo donde la savia inmensa se pavonea
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Y después caigo enervado por perfumes de árboles, cansado, / Y cavando con mi cara una fosa a mi sueño, / Mordiendo la tierra cálida donde crecen las lilas,
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Espero, hundiéndome que mi hastío se eleve... / - Mientras tanto el Azur ríe sobre el seto y el despertar / De tantos pájaros en flor gorjeando al sol.
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lucio fontana

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Concepto espacial, 1955.
Pasteles sobre tela con agujeros, 80 x 65 cm.
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Es raro que el nombre de un artista sea identificado a un solo gesto, a un descubrimiento singular, sin embargo justamente es eso lo que pasa con Lucio Fontana. En 1949, cuando trabajaba en una hoja cuadrada de papel blanco de un metro de lado pegada sobre una tela, Fontana, en lugar de dibujar, perfora la espalda de la tela, produciendo numerosos hoyos agrupados en medio de la hoja  y que se despliegan en ubicaciones irregulares, en círculos y en espirales sobre la superficie. El material perforado, empujado, se levanta en el borde de los hoyos y, cuando la luz les da lateralmente, arroja sombras sobre la superficie de la tela. 
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Fontana no considera evidentemente el papel como una superficie bidimensional, sino como un material que se deja modelar y en el cual hay que tratar de explorar las posibilidades espaciales. Más tarde, dirá que ese fue el momento decisivo de su carrera. Interrogado por Carla Lonzi, constatará no sin énfasis durante los años 60: "Mi descubrimiento, es el hoyo y punto; me da igual morir después de este descubrimiento..."
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Después de la creación de los primeros Buchi (hoyos) -el término es de Fontana- todos sus trabajos son designados con el título genérico de Concetto spaziale (Concepto espacial). Con un gesto aparentemente simple pero que no a dejado de ser, durante todo este tiempo, el objeto de interpretaciones siempre nuevas, Fontana logra superar el ilusionismo del arte e integrar el espacio real, un vacío real, a la obra de arte. Responde así a la espera de los pintores modernos, espera que formula en 1946 en colaboración con sus alumnos en el "Manifiesto Blanco" (Buenos Aires): hay que "liberarse de la herencia del Renacimiento". Si ello significa, entre otras cosas, liberarse de de la representación ilusionista del espacio mediante la perspectiva, entonces abrir una brecha en la superficie del cuadro consiste en crear un lazo entre el espacio del espectador y el del cuadro.
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domingo, 17 de agosto de 2008

el castillo

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- No, dijo Olga, no se trata de piedad u otra cosa similar. Por muy jóvenes e inexpertos que fuésemos, lo sabíamos y nuestro padre naturalmente también lo sabía, pero lo había olvidado, tal como la mayoría de las cosas. Había elaborado el proyecto de ubicarse cerca del Castillo en la gran vía, allí donde pasaban los coches de los funcionarios, y de presentar si ello era de alguna manera posible su solicitud de perdón. Hablando francamente, un proyecto carente de toda justificación, incluso si lo imposible hubiese ocurrido y si la súplica hubiese llegado hasta los oídos de un funcionario. Un funcionario aislado puede entonces perdonar? Esto no podría en efecto ser en todo caso que del resorte del conjunto de las autoridades, pero ellas a lo sumo probablemente no puedan perdonar, solamente juzgar. Pero un funcionario puede en definitiva entonces, incluso si el quisiese bajar del coche y ocuparse del asunto, hacerse en función de lo que mi padre, el pobre hombre cansado y avejentado le refunfuña, una imagen del asunto? Los funcionarios son muy cultos, pero al fin de cuentas solamente de una manera unilateral, en su especialidad un funcionario es capaz de dilucidar desde que una sola palabra es pronunciada series completas de pensamientos, pero podemos durante horas explicarle cosas que conciernen a otro servicio, opinará quizás con cortesía pero no comprenderá una sola palabra. Todo esto es verdaderamente evidente, como cuando tratamos de comprender por sí mismos los pequeños asuntos oficiales que nos atañen a nosotros mismos, asuntos insignificantes que un funcionario resuelve en un abrir y cerrar de ojos, que tratemos de comprender eso a fondo y ello nos llevará la vida entera y sin llegar a un fin. Pero si mi padre hubiese encontrado un funcionario competente en la materia, este último no hubiese podido en ningún caso resolver nada sin los expedientes preliminares y sobre todo en la gran vía, simplemente no hubiese podido perdonar, salvo resolver las cosas oficialmente y con ese objetivo indicar el conducto regular; pero en los hechos mi padre había ya fracasado completamente en sus tentativas por llegar a algo por ese camino. Hasta que punto mi padre debía estar tan extenuado para querer en alguna forma avanzar con este nuevo proyecto. Si alguna posibilidad de este tipo aún remota existiese, habría necesariamente un tumulto de peticionarios allá en la gran vía; pero dado de que se trata en este caso de un imposible y que la más elemental formación escolar es suficiente para convencerse, allá no hay absolutamente nadie. Quizás esto mismo también fortaleció a mi padre en su esperanza, la alimentaba con todo. Era por otro lado muy necesario en su caso, un juicio sano ciertamente no se habría aventurado en tan grandes reflexiones, este hubiese necesariamente a partir de los aspectos más externos reconocido claramente la imposibilidad. Cuando los funcionarios van al pueblo o vuelven al Castillo, estos no son viajes de placer, en el pueblo y en el Castillo les espera el trabajo, es por ello que pasan rápidamente. Tampoco se les pasa por la cabeza de mirar por la ventana del coche y de escudriñar peticionarios afuera, en definitiva los coches van cargados hasta el tope de expedientes que los funcionarios estudian.
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Franz Kafka - El Castillo. 
(versión a partir de una traducción francesa de Bernard Lortholary)
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sábado, 9 de agosto de 2008

viernes, 8 de agosto de 2008

man ray

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Man Ray - La Plegaria. Foto sobre tela, 1930.
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