sábado, 23 de agosto de 2008

marx y el fetichismo de la mercancía (1)

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"... Ya que la economía política gusta de las Robinsonadas, primero visitemos a Robinson en su isla.
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Modesto, como lo es naturalmente, no por ello no tiene diversas necesidades que satisfacer, y le es menester de ejecutar trabajos útiles de diverso género, fabricar muebles, por ejemplo, hacer útiles, domesticar animales, pescar, cazar, etc. De sus plegarias, y otras bagatelas similares no tenemos nada que decir, ya que nuestro Robinson se encuentra a gusto y considera una actividad de esta especie una distracción fortificante. A pesar de la variedad de sus funciones productivas, él sabe que no son otra cosa que las diversas formas mediante las cuales se afirma el propio Robinson, dicho simplemente los diversos modos de trabajo humano. La necesidad misma lo obliga a repartir su tiempo entre sus diferentes ocupaciones. Que una tome más, la otra menos lugar en el conjunto de sus trabajos, ello depende de la mayor o menor dificultad que él encuentra en la obtención del efecto útil que tiene en vista. La experiencia se lo enseña, y nuestro hombre, que ha salvado del naufragio, reloj, gran libro, pluma y tinta, no ha tardado en buen inglés que es, de anotar todos sus actos cotidianos. Su inventario da el detalle de los objetos de utilidad que posee, de los diferentes modos de trabajo que su producción exige, y finalmente cuanto tiempo de trabajo cuestan en promedio determinadas cantidades de estos diversos productos. Todas las relaciones entre Robinson y las cosas, que constituyen la riqueza que se ha creado él mismo, son tan simples y transparentes que el Sr. Baudrillart podría comprenderlas sin un excesivo esfuerzo espiritual. Y sin embargo todas las determinaciones esenciales del valor están ahí contenidas.
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Transportemosnos ahora desde la isla luminosa de Robinson a la sombría edad media europea. En lugar del hombre independiente aquí encontramos a todo el mundo dependiente, siervos y señores, vasallos y soberanos, laicos y clérigos. Esta dependencia personal caracteriza tanto las relaciones sociales de la producción material como todas las otras esferas de la vida a las cuales sirve de fundamento. Y es precisamente porque la sociedad está basada sobre la dependencia personal que todas las relaciones sociales aparecen como relaciones entre personas. Los diversos trabajos y sus productos no tienen en consecuencia necesidad de adquirir una figura fantástica diferente de su realidad. Estos se presentan como servicios, prestaciones y entregas en especies. La forma natural del trabajo, su particularidad - y no su generalidad, su carácter abstracto, como en la producción mercantil - es al mismo tiempo la forma social. La fastidiosa tarea está medida de la misma manera en el tiempo que el trabajo que produce mercancías; pero todo aquel que realiza la fastidiosa tarea sabe pertinentemente, sin necesidad de recurrir a un Adam Smith, que es una cantidad determinada de su fuerza de trabajo personal que él consagra al servicio de su señor. El diezmo que entrega al sacerdote es más claro que la bendición del sacerdote. De la manera que sea que juzgemos las máscaras que llevan los hombres en esta sociedad, las relaciones sociales de las personas en sus respectivos trabajos se afirman claramente como sus propios aportes personales, en lugar de disfrazarse en relaciones sociales de cosas, de productos de trabajo."
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Karl Marx - IV.- El caracter fetichista de la mercancía y su secreto. El Capital, primera sección/Capítulo 1°, Libro 1.
(versión a partir de una traducción francesa de J.Roy)
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Foto de Stan Meyer para "Le Nouvel Observateur".
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