miércoles, 6 de agosto de 2008

albert camus


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El hombre absurdo
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Si Stavroguin cree, no cree que crea.
Si no cree, no cree que no crea.
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Los Poseídos.
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"Mi campo, dice Goethe, es el tiempo." He aquí la palabra absurda. ¿Quién es efectivamente el hombre absurdo? Es aquel que, sin negarlo, no hace nada por lo eterno. No es que la nostalgia le sea ajena. Pero él prefiere su coraje y su razonamiento. Lo primero le enseña a vivir sin apelación y contentarse de lo que tiene, lo segundo lo instruye de sus límites. Seguro de su libertad a plazo, de su rebelión sin futuro y de su conciencia mortal, continúa su aventura en el tiempo de su vivir. He ahí su campo, ahí su acción que sustrae a todo juicio fuera del suyo propio. Una vida más grande no puede significar para él otra vida. Sería deshonesto. Ni siquiera estoy hablando aquí de aquella eternidad risible que se llama posteridad. Madame Roland recurría a ella. Tal imprudencia ha recibido su castigo. La posteridad hace a menudo referencia a tal frase, pero se abstiene de juzgar. Madame Roland es indiferente a la posteridad.
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No hay razón para disertar sobre la moral. He visto gente actuar mal con mucha moral y constato todos los días que la honestidad no tiene necesidad de reglas. No hay más que una sola moral que el hombre absurdo pueda admitir, aquella que no se separa de Dios: aquella que se dicta. Pero él justamente vive fuera de ese Dios. En cuanto a las otras morales (incluído el inmoralismo), en ellas el hombre absurdo no ve otra cosa que justificaciones y él no tiene nada que justificar. Parto aquí del principio de su inocencia.
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Albert Camus - El mito de Sísifo
(versión a partir del texto original en francés)
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